Por Elias Argudín
“Es
increíble la Revolución cubana”, para decirlo con palabras del
periodista italiano Gianni Miná. Tan extraordinariamente grande –diría
yo- que cuando apenas era promesa fue capaz de parir héroes de la talla
de Camilo Cienfuegos y Ernesto Che Guevara.
Dos gigantes, tan iguales y a la vez tan diferentes. El che, argentino, médico, intelectual de altura, con un carácter que inspiraba el mayor de los respetos; Camilo, en cambio, era cubanía criollísima vestida de sonrisa, sin estudios universitarios, pero dotado de exquisita sapiencia popular; (casi) siempre alegre, jaranero, bromista singular, no burlón, irónico…
Sin embargo, a pesar de las tremendas diferencias de carácter, el sueño común, la magra ración compartida cuando prácticamente eran dos desconocidos y apretaba el hambre, también otros gestos dignos del mejor de los amigos; el valor, la fidelidad, y otros muchos méritos, los equiparaban.
Hermanados por la vida: México, Granma, Sierra Maestra; ambos de los primeros Comandantes; descenso victorioso de las lomas… Solo uno podía darse el lujo de hacerle bromas a Guevara, una y otra vez, incluso a veces pesadas. Y ese era Camilo.
A fuerza de autenticidad y ejemplo se echaron a su pueblo en los bolsillos. Entonces vivos, caminan entre las multitudes deshaciendo entuertos, y a cada rato parece escucharse: “Camilo, Camilo, aquí está el Che!”
Dos gigantes, tan iguales y a la vez tan diferentes. El che, argentino, médico, intelectual de altura, con un carácter que inspiraba el mayor de los respetos; Camilo, en cambio, era cubanía criollísima vestida de sonrisa, sin estudios universitarios, pero dotado de exquisita sapiencia popular; (casi) siempre alegre, jaranero, bromista singular, no burlón, irónico…
Sin embargo, a pesar de las tremendas diferencias de carácter, el sueño común, la magra ración compartida cuando prácticamente eran dos desconocidos y apretaba el hambre, también otros gestos dignos del mejor de los amigos; el valor, la fidelidad, y otros muchos méritos, los equiparaban.
Hermanados por la vida: México, Granma, Sierra Maestra; ambos de los primeros Comandantes; descenso victorioso de las lomas… Solo uno podía darse el lujo de hacerle bromas a Guevara, una y otra vez, incluso a veces pesadas. Y ese era Camilo.
A fuerza de autenticidad y ejemplo se echaron a su pueblo en los bolsillos. Entonces vivos, caminan entre las multitudes deshaciendo entuertos, y a cada rato parece escucharse: “Camilo, Camilo, aquí está el Che!”
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