La
Sociedad Civil en Cuba.
Autor:
MSc. Mambi Cubano
Introducción:
En la literatura política actual, con mucha
frecuencia, se emplea el término sociedad civil por dirigentes políticos, sociólogos,
filósofos y periodistas, para hacer
referencias a hechos sociales, intereses políticos y los más diversos objetivos, sobre todo a partir de las décadas del 80 y
el 90 del siglo pasado, coincidiendo con el proceso de desmantelamiento del
socialismo en Europa del Este y la desintegración de la URSS.
En Cuba, en los últimos tiempos, también se aprecia un
incremento del debate político filosófico en torno al binomio sociedad civil -
Estado.
Como
explicó Carlos Marx, “La sociedad civil abarca toda la vida comercial e
industrial de una fase y, en este sentido, trasciende de los límites del estado
y de la nación, si bien, por otra parte, tiene necesariamente que hacerse valer
al exterior como nacionalidad, y vista hacia el interior como Estado”.
El
concepto más elaborado de "sociedad civil", sin embargo, lo establece
el teórico marxista, fundador del Partido Comunista Italiano, Antonio Gramsci,
quien en sus obras, recogidas bajo el nombre de Cuadernos desde la Cárcel, lo desarrolla a
profundidad siguiendo los lineamientos de Hegel y Marx. Para Gramsci la
sociedad civil es "el conjunto de los organismos vulgarmente llamados
privados... que corresponden a la función de hegemonía que el grupo dominante
ejerce en toda la sociedad". La contrapone a la sociedad política (el
Estado, en sentido estricto) del cual ella es su "base y contenido ético.
Desarrolla Gramsci su teoría de la sociedad civil dentro del concepto más
general y novedoso del bloque histórico, que no es eterno y que puede ser
variado en provecho de las clases subalternas.
Según Miguel Limia, e Isabel Monal, el término
sociedad civil “(…) se presenta en la historia de las ideas hasta nuestros días
como ambiguo, de fronteras imprecisas y hasta nebulosas; una ambigüedad
inadecuada, además por el hecho de que en alemán sociedad civil y sociedad burguesa se escriben de la misma manera y las
traducciones no siempre saben hacer la mejor selección (…)”
La Sociedad Civil en Cuba
Tratar el
tema de la sociedad civil en Cuba enfrenta dos grandes dificultades, una de
carácter teórico y otra de carácter político. La primera está asociada a las
propias ambigüedades que caracterizan el uso del concepto de sociedad civil en
la ciencia social contemporánea. Es un concepto altamente impreciso en su
contenido, al que se le asignan significados distintos, y ha sido utilizado en
discursos teóricos radicalmente divergentes por su finalidad. La dificultad de
carácter político emana del profuso empleo del término “sociedad civil” en
discursos políticos encontrados sobre la realidad cubana.
El gobierno
de Estados Unidos, los sectores más derechistas del exilio y los llamados
grupos disidentes dentro del país, han enarbolado la consigna de crear y
fortalecer la sociedad civil en Cuba –tomando como presupuesto su alegada
inexistencia– como vía para derribar el sistema político-social vigente.
Tras
la toma del poder por la Revolución, en 1959, se operó una radical
transformación de la sociedad civil cubana. Por un lado, una buena parte
desapareció. La mayoría de las formas asociativas (partidos políticos,
instituciones profesionales, asociaciones religiosas, etc.) desaparecieron.
Ello fue resultado de la acción del nuevo Estado, pero también de procesos de
autodisolución. La mayoría de sus miembros abandonaron el país, producto de la
primera oleada migratoria de los años 1959-1962.
Con
las nuevas dinámicas sociales que se desencadenaron, surgieron nuevos espacios
de acción, se masificaron agencias de socialización ya existentes y surgieron
otras, y aparecieron nuevos espacios de asociación. En palabras de María López
Vigil, “la sociedad cubana se convirtió en una sociedad civil en gran escala”,
como señala en “Sociedad civil en Cuba. Diccionario urgente”, publicado en el
número 184 de Envíos, Managua, en 1997. La participación popular fue
profunda y masiva. La autogestión alcanzó un peso y significación como nunca
antes. Es preciso no olvidar algo importante: se logró la socialización del
poder a una escala sin precedentes en muchos países.
La
recepción de la idea de sociedad civil comienza en Cuba, en lo esencial, en la
década del noventa del siglo XX. Es una recepción que ha estado marcada por los
procesos que se han producido, tanto a nivel internacional como al interior del
país.
Si
analizamos los más de 25 años de circulación de este término en nuestro
contexto, podemos discernir una primera etapa en la cual predominó la
percepción como un instrumento teórico utilizable sólo para criticar las
estrategias pasadas y presentes de la Revolución, y plantear salidas a las
situaciones de crisis de nuestra realidad, que no tienen nada que ver con
alternativas socialistas. El momento más destacado de esta primera etapa, que
duró aproximadamente hasta 1994, lo constituyó la publicación y difusión en
nuestro país del documento titulado “Reconstruir la sociedad civil: un proyecto
para Cuba”, de Dagoberto Valdés y Luis Enrique Estrella, que se discutió y
aprobó en la II Semana
Social Católica, efectuada en La Habana en diciembre de 1994.
Este
documento es significativo porque expresa, en esencia, una de las tres
posiciones fundamentales en el debate cubano sobre sociedad civil, a las que me
referiré después. Se asumió la interpretación liberal clásica del concepto, que
la identifica sólo como el conjunto de asociaciones voluntarias, independientes
del gobierno y como esfera contrapuesta a la política y al Estado. La
reconstrucción de la sociedad civil que se proponía en este texto implicaba, de
hecho, la eliminación de los principales rasgos socialistas de nuestra
estructura político-económica.
Esta
primera etapa, en la que es casi exclusiva la presencia de esta interpretación
y el uso del concepto de sociedad civil en documentos y publicaciones, es
seguida por una segunda etapa marcada por la presentación, en nuestros medios
escritos, de posiciones divergentes entre sí. Podemos decir que entonces
propiamente comienza a darse el debate. Cronológicamente se superpone en algo
con la anterior, pero las fronteras en los procesos sociales suelen ser
bastante indefinidas.
Las
tres posiciones en el debate, en la etapa entre 1994 y mediados de 1996,
estaban claramente delimitadas: la posición que denomina “liberal”, profundamente
hostil al proyecto socialista, que adoptaba acríticamente la interpretación del
concepto de sociedad civil proveniente del neoliberalismo, representada en lo
fundamental al interior del país por los llamados grupos disidentes y la
intelectualidad laica vinculada orgánicamente a la Iglesia católica cubana;
la posición del “marxismo de la sospecha”, que se negó a la utilización del
concepto y a toda reflexión acerca del tema, por considerarlo una maniobra del
enemigo (y que con ello, de hecho, aceptaba la interpretación del concepto de
sociedad civil de sus oponentes); por último, la posición del marxismo crítico,
que rechazaba las dos posiciones anteriores, por considerarlas basadas en un
mismo fundamento teórico unilateral, y asumía a la sociedad civil como el
espacio privilegiado de consolidación de la hegemonía política del socialismo.
Según
la investigadora Isabel Monal, El
socialismo necesita un Estado fuerte y una sociedad civil fuerte, en que cada
uno reconozca las funciones del otro, aunque trabajan y actúan por un proyecto
común. Para Cuba, enfatiza, es un gran reto cómo continuar superando la
escisión entre ambos, con vitalidad revolucionaria, transformadora, en los dos
cuerpos.
"Me
preocupa que entre los cubanos que trabajan por el proyecto socialista haya
quienes ven a la sociedad civil solo como equivalente de Organizaciones No
Gubernamentales (ONG); eso, pienso, es un error, una idea nacida del
pensamiento liberal actual y que desgraciadamente ha arrastrado a mucha gente
de izquierda en el mundo. La sociedad civil abarca, siguiendo a Marx, elementos
materiales y espirituales."
Tampoco,
las ONG pueden considerarse como algo exento de críticas; no son ruedas sueltas
de la sociedad, se hayan obligadas a responder ante ella por lo que están haciendo.
"Comparada
con otras experiencias socialistas, Cuba es la que ha tenido la sociedad civil
más fuerte, por la propia naturaleza y práctica cotidiana de la Revolución. Esa
vocación de justicia social, de participación popular en las cuestiones de la
vida pública deberá ser cada vez más activa, de ello depende la supervivencia y
consolidación del proyecto político, social y económico defendido por la
mayoría del pueblo; de ello no hay duda."
"Gramsci
afirmaba con muy buen tino que lo importante era que las formas políticas del
socialismo fueran funcionales con la sociedad donde llenaban sus funciones
específicas. En ese `juego' con los pies en la tierra, la Revolución ha sido
capaz de perfeccionarse, y lo deberá seguir haciendo, sin abrirle ni siquiera
una ventanita a la contrarrevolución, y sí muchas puertas anchas a la
participación popular, expresada en formas diversas."
La
sociedad civil cubana en correspondencia con su carácter clasista, es en su
aplastante mayoría socialista, portadora de capacidades para desarrollar
relaciones sanas y creativas con el Estado. Pero ello no debe conducirnos a
obviar las contradicciones ni a desconocer que grupúsculos minoritarios están
en contra de ese proyecto de justicia social, participativo y antimperialista
que fomentamos.
Como se reafirmó
en el V Pleno del Comité Central del Partido Comunista de Cuba - efectuado en marzo de 1996, la sociedad
civil cubana es la que componen “(…) nuestras potentes organizaciones de masas (
CTC, CDR, FMC, ANAP, FEU, FEEM e incluso los pioneros ), las sociales , que
como es sabido agrupan entre otros a los combatientes de la Revolución, a
economistas, juristas, periodistas,
artistas y escritores, etc., así como otras ONGs que actúan dentro de la
legalidad y no pretenden socavar el
sistema económico, político y social
libremente escogido por nuestro pueblo, a la vez que aún cuando tienen
su personalidad propia e incluso su lenguaje específico, junto al Estado
revolucionario persiguen el objetivo común de construir el socialismo”.
Esta
afirmación marcó un hito en la historia cubana. Se trata de un enfoque
contradictorio. Por un lado, su dura retórica parecía deslegitimar el debate en
torno a este y otros temas. Por el otro, no es menos significativo que, por primera
vez, en un texto oficial de un partido comunista en el poder se reconoce y valora
la existencia de la sociedad civil. Precisamente en ese año, 1996, Armando
Hart, entonces miembro del Buró Político del PCC y ministro de Cultura, en un
conjunto de artículos y entrevistas aparecidos en diversos medios de prensa
cubanos, utilizó ampliamente la categoría de sociedad civil, exponiendo la
importancia de su desarrollo en la consolidación del proceso revolucionario
cubano.
Tal enfoque requiere no olvidar que estas
organizaciones (hoy alcanzan la cifra de
2229) tienen funciones definidas y constituyen a su vez, estructuras que
actúan de forma diferente al Gobierno, como órgano ejecutivo del Estado.
Como se señala en la Declaración de las
Organizaciones Cubanas participantes en el Encuentro La Sociedad Civil en
Defensa de la Soberanía
y los Derechos Humanos en Cuba: “La sociedad civil cubana es hoy, parte
indisoluble de la Nación,
actúa en la conformación y enriquecimiento continuos de la identidad nacional y
los valores patrios, participa plenamente en los procesos de desarrollo de
nuestra entidad cultural, defiende los más sólidos principios e intereses de la
Revolución y es, en su esencia, reflejo y encarnación de la espiritualidad de
nuestro pueblo”.
Las Organizaciones No Gubernamentales en Cuba, en su
condición de ser asociaciones de la sociedad socialista cubana en la que la
población se agrupa por sus afinidades e intereses, ocupan un lugar de elevada
significación en la vida sociopolítica. Ellas forman parte del debate político
ideológico actual y con su consenso se aplican las principales decisiones
gubernamentales.
En el enfrentamiento ideológico con el imperio en el
debate en torno a la sociedad civil y su lugar y papel en el sistema político
cubano, así como la importancia y actualidad del tema, condujo a nuestro
Partido a desarrollar el concepto de Sociedad Civil Socialista Cubana,
tal como la entendemos, como se ha de corresponder con el momento histórico y
con la esencia de nuestro sistema socialista. De este modo, por primera vez, a
la luz pública, se emplea el concepto de sociedad
civil socialista por un partido comunista en el poder, que lo incluye como
herramienta e instrumento de análisis, debate y proyección estratégica y
legitima la existencia de la sociedad civil en Cuba a partir de nuestras
posiciones y de nuestros fundamentos teóricos y principios revolucionarios, de
nuestra experiencia y de los retos que impone la construcción del socialismo en
el país.
El socialismo, en las condiciones de un mundo
unipolar y hegemónico, como nunca antes, necesita de un Estado fuerte,
eficiente y capaz y, a su vez, de una sociedad civil fuerte, eficiente y capaz
también, no como contrarios ni fuerza opositora, sino como instituciones
independientes con funciones propias y de reconocimiento mutuo, sobre la base
del respeto y la comprensión de las funciones de cada uno y la actividad común
en interés del mismo proyecto.
La sociedad civil socialista cubana se distingue por
su carácter genuino y autóctono, por su fortaleza y apoyo a las ideas y
proyectos de la Revolución, con capacidad para desarrollar y fomentar
relaciones activas, creativas y de mutua comprensión.
A partir de un enfoque histórico concreto, objetivo y sobre la base
de la realidad sociopolítica cubana actual,
de las particularidades de la construcción del socialismo en el país y
de la existencia de un enemigo interesado y empeñado en aniquilar la Revolución Cubana,
cabe resaltar que, la concepción político partidista acerca de la sociedad
civil cubana refleja los intereses de clases, así como nuestras aspiraciones y
objetivos y se corresponde plenamente con nuestro sistema político social, que
los puntos de vista no coincidentes entre la sociedad civil y el Estado Cubano
no generan una contradicción antagónica de entes que se oponen, por el
contrario, favorecen el diálogo, el entendimiento mutuo y el trabajo conjunto
en interés de un objetivo común. Del mismo modo, los grupúsculos
contrarrevolucionarios pagados y servidos por el imperio, interesados en el
regreso al capitalismo de este país, no forman parte de nuestra sociedad civil.
La política de Estado del Imperio
Norteamericano con América Latina y otras zonas del mundo y hacia nuestro país en
especial ha estado signada por la filosofía de la Zanahoria y el Garrote,
desde que Revolución, Independencia y Dignidad Nacional riñen con sus
apetencias territoriales respecto a Cuba.
Todos los presidentes norteamericanos, sus
principales ideólogos y asesores han considerado esa actitud hacia Cuba como
válida y viable; unos han apostado más al Garrote y los menos a la Zanahoria.
En 1992 tras la caída del socialismo en
Europa, el triunfo de la contrarrevolución y la vuelta al capitalismo en
aquellos lares, con la clásica combinación de la Zanahoria y el Garrote,
los ideólogos del imperio apostaron por aplicar en Cuba fórmulas que les fueron
eficaces en aquella zancadilla a la historia.
Robert Torricelli, entonces senador demócrata
por Nueva Jersey, fue el designado para presentar al Congreso de los Estados
Unidos una ley que asumió su nombre, la cual faculta al Presidente para usar la
fuerza contra Cuba, el Garrote, y debilitar deliberadamente a la nación con los
efectos del bloqueo. Dando al Presidente además la potestad para crear y
fortalecer estructuras contrarrevolucionarias en el marco de una supuesta
sociedad civil contestataria al margen y contra el estado socialista cubano.
El bloqueo debe actuar como eslabón que
articula el Garrote con la Zanahoria.
La sociedad civil, que pretenden en Cuba, jugaría el papel que desempeñaron en Europa los centenares de organizaciones sociales, políticas y hasta paramilitares neofascistas que surgieron en aquellos escenarios a espaldas y en contra de los estados nacionales; impulsados por el imperialismo mundial. Fue una fórmula que concluyó con el desmonte del socialismo y la construcción brutal del capitalismo.
La sociedad civil, que pretenden en Cuba, jugaría el papel que desempeñaron en Europa los centenares de organizaciones sociales, políticas y hasta paramilitares neofascistas que surgieron en aquellos escenarios a espaldas y en contra de los estados nacionales; impulsados por el imperialismo mundial. Fue una fórmula que concluyó con el desmonte del socialismo y la construcción brutal del capitalismo.
La Ley Torricielli, en su carril II, la Zanahoria, autoriza se
destinen fondos multimillonarios para apoyar grupúsculos, que inspirados en
cualquier afinidad, aporten presencia en una supuesta estructura
social paralela al Estado Socialista. Para ello favorecen viajes e intercambios
científicos, deportivos o profesionales, becas y todo lo que favorezca su
anhelado contagio con la ideología capitalista norteamericana.
En 1992 William Clinton, candidato
presidencial que quería los votos de la Florida y el fin de la Revolución Cubana
“presionó” a George Bush, padre, presidente de los Estados
Unidos para que se aprobara la
Ley. Bush quería lo mismo que Clinton: este último declaró:
“Estoy feliz por este momento histórico” cuando se aprobó la Ley Torricelli.
Los cambios anunciados por Barack Obama actual
Presidente de los Estados Unidos, no son tales respecto a Cuba, cuando su
práctica como Presidente demuestra que se mantiene fiel al uso del Garrote y la Zanahoria como medio
para destruir nuestra Revolución.
La política de este gobierno no ha desmontado
el plan de George Bush hijo, contra Cuba que tiene una parte “secreta” referida
sin dudas a la invasión militar a Cuba lo que sería el Garrote más fuerte.
Obama ha declarado que hará lo posible porque el congreso elimine el bloqueo,
argolla terrible entre Garrote y Zanahoria. Pero pide a Cuba signos y gestos
enfilados a la democracia, término que en lenguaje norteamericano significa
capitalismo.
Nosotros, hemos vivido por más de 50 años
esta política del imperio y por tanto, sabemos lo que queremos. Estamos
preparados para todo, romperemos Garrotes y fortaleceremos nuestra propia
Sociedad Civil Socialista con el Partido Comunista al frente.
CONCLUCIONES:
Como
se plantea el la bibliografía consultada, el concepto de sociedad civil
requiere de un enfoque clasista, político- partidista, integral y sistémico a
partir de la diversidad de enfoques, criterios y posiciones que al respecto se
expresan, toda vez que revela un conjunto de irregularidades y manipulaciones y
que no existe un concepto universalmente aceptado sobre su contenido,
estructura y funciones.
El
Estado y la Sociedad Civil tienen una estructura clasista, a cada modo de
producción corresponde su sociedad civil.
La
Sociedad Civil Cubana corresponde al modo de producción socialista imperante en
nuestro país, expresa, en lo fundamental, los intereses de nuestro sistema
político y trabaja de mutuo acuerdo con las institucionales estatales en el
desarrollo y fortalecimiento de la democracia socialista en el país.
Los
argumentos del imperio acerca de la inexistencia de una sociedad civil en Cuba
carecen de fundamento. Tras ellos se esconden los intentos de fragmentación, desunión
y división de la sociedad cubana, de sustitución violenta de los cimientos del
socialismo, de llevar el país al capitalismo y convertirnos de nuevo en
neocolonia de su sistema imperial.
La
concepción de nuestro Partido de denominar nuestra sociedad civil como Sociedad Civil Socialista Cubana,
acentúa el contenido, subraya la estructura, enfatiza su autoctonía y define su
carácter socialista.
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