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sábado, 4 de abril de 2015

La Sociedad Civil en Cuba



La Sociedad Civil en Cuba.
Autor: MSc. Mambi Cubano


Introducción:
En la literatura política actual, con mucha frecuencia, se emplea el término sociedad civil   por dirigentes políticos, sociólogos, filósofos y periodistas,  para hacer referencias a hechos sociales, intereses políticos y los más diversos objetivos,  sobre todo a partir de las décadas del 80 y el 90 del siglo pasado, coincidiendo con el proceso de desmantelamiento del socialismo en Europa del Este y la desintegración de la URSS.  En Cuba, en los últimos tiempos, también se aprecia un incremento del debate político filosófico en torno al binomio sociedad civil - Estado. 

Como explicó Carlos Marx, “La sociedad civil abarca toda la vida comercial e industrial de una fase y, en este sentido, trasciende de los límites del estado y de la nación, si bien, por otra parte, tiene necesariamente que hacerse valer al exterior como nacionalidad, y vista hacia el interior como Estado”.

El concepto más elaborado de "sociedad civil", sin embargo, lo establece el teórico marxista, fundador del Partido Comunista Italiano, Antonio Gramsci, quien en sus obras, recogidas bajo el nombre de Cuadernos desde la Cárcel, lo desarrolla a profundidad siguiendo los lineamientos de Hegel y Marx. Para Gramsci la sociedad civil es "el conjunto de los organismos vulgarmente llamados privados... que corresponden a la función de hegemonía que el grupo dominante ejerce en toda la sociedad". La contrapone a la sociedad política (el Estado, en sentido estricto) del cual ella es su "base y contenido ético. Desarrolla Gramsci su teoría de la sociedad civil dentro del concepto más general y novedoso del bloque histórico, que no es eterno y que puede ser variado en provecho de las clases subalternas. 

Según Miguel Limia, e Isabel Monal, el término sociedad civil “(…) se presenta en la historia de las ideas hasta nuestros días como ambiguo, de fronteras imprecisas y hasta nebulosas; una ambigüedad inadecuada, además por el hecho de que en alemán sociedad civil  y sociedad burguesa  se escriben de la misma manera y las traducciones no siempre saben hacer la mejor selección (…)”
La Sociedad Civil en Cuba

Tratar el tema de la sociedad civil en Cuba enfrenta dos grandes dificultades, una de carácter teórico y otra de carácter político. La primera está asociada a las propias ambigüedades que caracterizan el uso del concepto de sociedad civil en la ciencia social contemporánea. Es un concepto altamente impreciso en su contenido, al que se le asignan significados distintos, y ha sido utilizado en discursos teóricos radicalmente divergentes por su finalidad. La dificultad de carácter político emana del profuso empleo del término “sociedad civil” en discursos políticos encontrados sobre la realidad cubana.

El gobierno de Estados Unidos, los sectores más derechistas del exilio y los llamados grupos disidentes dentro del país, han enarbolado la consigna de crear y fortalecer la sociedad civil en Cuba –tomando como presupuesto su alegada inexistencia– como vía para derribar el sistema político-social vigente.

Tras la toma del poder por la Revolución, en 1959, se operó una radical transformación de la sociedad civil cubana. Por un lado, una buena parte desapareció. La mayoría de las formas asociativas (partidos políticos, instituciones profesionales, asociaciones religiosas, etc.) desaparecieron. Ello fue resultado de la acción del nuevo Estado, pero también de procesos de autodisolución. La mayoría de sus miembros abandonaron el país, producto de la primera oleada migratoria de los años 1959-1962.

Con las nuevas dinámicas sociales que se desencadenaron, surgieron nuevos espacios de acción, se masificaron agencias de socialización ya existentes y surgieron otras, y aparecieron nuevos espacios de asociación. En palabras de María López Vigil, “la sociedad cubana se convirtió en una sociedad civil en gran escala”, como señala en “Sociedad civil en Cuba. Diccionario urgente”, publicado en el número 184 de Envíos, Managua, en 1997. La participación popular fue profunda y masiva. La autogestión alcanzó un peso y significación como nunca antes. Es preciso no olvidar algo importante: se logró la socialización del poder a una escala sin precedentes en muchos países.

La recepción de la idea de sociedad civil comienza en Cuba, en lo esencial, en la década del noventa del siglo XX. Es una recepción que ha estado marcada por los procesos que se han producido, tanto a nivel internacional como al interior del país.

Si analizamos los más de 25 años de circulación de este término en nuestro contexto, podemos discernir una primera etapa en la cual predominó la percepción como un instrumento teórico utilizable sólo para criticar las estrategias pasadas y presentes de la Revolución, y plantear salidas a las situaciones de crisis de nuestra realidad, que no tienen nada que ver con alternativas socialistas. El momento más destacado de esta primera etapa, que duró aproximadamente hasta 1994, lo constituyó la publicación y difusión en nuestro país del documento titulado “Reconstruir la sociedad civil: un proyecto para Cuba”, de Dagoberto Valdés y Luis Enrique Estrella, que se discutió y aprobó en la II Semana Social Católica, efectuada en La Habana en diciembre de 1994.

Este documento es significativo porque expresa, en esencia, una de las tres posiciones fundamentales en el debate cubano sobre sociedad civil, a las que me referiré después. Se asumió la interpretación liberal clásica del concepto, que la identifica sólo como el conjunto de asociaciones voluntarias, independientes del gobierno y como esfera contrapuesta a la política y al Estado. La reconstrucción de la sociedad civil que se proponía en este texto implicaba, de hecho, la eliminación de los principales rasgos socialistas de nuestra estructura político-económica.

Esta primera etapa, en la que es casi exclusiva la presencia de esta interpretación y el uso del concepto de sociedad civil en documentos y publicaciones, es seguida por una segunda etapa marcada por la presentación, en nuestros medios escritos, de posiciones divergentes entre sí. Podemos decir que entonces propiamente comienza a darse el debate. Cronológicamente se superpone en algo con la anterior, pero las fronteras en los procesos sociales suelen ser bastante indefinidas.

Las tres posiciones en el debate, en la etapa entre 1994 y mediados de 1996, estaban claramente delimitadas: la posición que denomina “liberal”, profundamente hostil al proyecto socialista, que adoptaba acríticamente la interpretación del concepto de sociedad civil proveniente del neoliberalismo, representada en lo fundamental al interior del país por los llamados grupos disidentes y la intelectualidad laica vinculada orgánicamente a la Iglesia católica cubana; la posición del “marxismo de la sospecha”, que se negó a la utilización del concepto y a toda reflexión acerca del tema, por considerarlo una maniobra del enemigo (y que con ello, de hecho, aceptaba la interpretación del concepto de sociedad civil de sus oponentes); por último, la posición del marxismo crítico, que rechazaba las dos posiciones anteriores, por considerarlas basadas en un mismo fundamento teórico unilateral, y asumía a la sociedad civil como el espacio privilegiado de consolidación de la hegemonía política del socialismo.

Según la investigadora Isabel Monal, El socialismo necesita un Estado fuerte y una sociedad civil fuerte, en que cada uno reconozca las funciones del otro, aunque trabajan y actúan por un proyecto común. Para Cuba, enfatiza, es un gran reto cómo continuar superando la escisión entre ambos, con vitalidad revolucionaria, transformadora, en los dos cuerpos.
"Me preocupa que entre los cubanos que trabajan por el proyecto socialista haya quienes ven a la sociedad civil solo como equivalente de Organizaciones No Gubernamentales (ONG); eso, pienso, es un error, una idea nacida del pensamiento liberal actual y que desgraciadamente ha arrastrado a mucha gente de izquierda en el mundo. La sociedad civil abarca, siguiendo a Marx, elementos materiales y espirituales."

Tampoco, las ONG pueden considerarse como algo exento de críticas; no son ruedas sueltas de la sociedad, se hayan obligadas a responder ante ella por lo que están haciendo.
"Comparada con otras experiencias socialistas, Cuba es la que ha tenido la sociedad civil más fuerte, por la propia naturaleza y práctica cotidiana de la Revolución. Esa vocación de justicia social, de participación popular en las cuestiones de la vida pública deberá ser cada vez más activa, de ello depende la supervivencia y consolidación del proyecto político, social y económico defendido por la mayoría del pueblo; de ello no hay duda."

"Gramsci afirmaba con muy buen tino que lo importante era que las formas políticas del socialismo fueran funcionales con la sociedad donde llenaban sus funciones específicas. En ese `juego' con los pies en la tierra, la Revolución ha sido capaz de perfeccionarse, y lo deberá seguir haciendo, sin abrirle ni siquiera una ventanita a la contrarrevolución, y sí muchas puertas anchas a la participación popular, expresada en formas diversas."

La sociedad civil cubana en correspondencia con su carácter clasista, es en su aplastante mayoría socialista, portadora de capacidades para desarrollar relaciones sanas y creativas con el Estado. Pero ello no debe conducirnos a obviar las contradicciones ni a desconocer que grupúsculos minoritarios están en contra de ese proyecto de justicia social, participativo y antimperialista que fomentamos.

Como se reafirmó  en el V Pleno del Comité Central del Partido Comunista de Cuba - efectuado en marzo de 1996,  la sociedad civil cubana es la que componen “(…)  nuestras potentes organizaciones de masas ( CTC, CDR, FMC, ANAP, FEU, FEEM e incluso los pioneros ), las sociales , que como es sabido agrupan entre otros a los combatientes de la Revolución, a economistas,  juristas, periodistas, artistas y escritores, etc., así como otras ONGs que actúan dentro de la legalidad  y no pretenden socavar el sistema económico, político y social  libremente escogido por nuestro pueblo, a la vez que aún cuando tienen su personalidad propia e incluso su lenguaje específico, junto al Estado revolucionario persiguen el objetivo común de construir el socialismo”.

Esta afirmación marcó un hito en la historia cubana. Se trata de un enfoque contradictorio. Por un lado, su dura retórica parecía deslegitimar el debate en torno a este y otros temas. Por el otro, no es menos significativo que, por primera vez, en un texto oficial de un partido comunista en el poder se reconoce y valora la existencia de la sociedad civil. Precisamente en ese año, 1996, Armando Hart, entonces miembro del Buró Político del PCC y ministro de Cultura, en un conjunto de artículos y entrevistas aparecidos en diversos medios de prensa cubanos, utilizó ampliamente la categoría de sociedad civil, exponiendo la importancia de su desarrollo en la consolidación del proceso revolucionario cubano.

Tal enfoque requiere no olvidar que estas organizaciones (hoy alcanzan la cifra de 2229) tienen funciones definidas y constituyen a su vez, estructuras que actúan de forma diferente al Gobierno, como órgano ejecutivo del Estado. 

Como se señala en la Declaración de las Organizaciones Cubanas participantes en el Encuentro La Sociedad Civil en Defensa de la Soberanía y los Derechos Humanos en Cuba: “La sociedad civil cubana es hoy, parte indisoluble de la Nación, actúa en la conformación y enriquecimiento continuos de la identidad nacional y los valores patrios, participa plenamente en los procesos de desarrollo de nuestra entidad cultural, defiende los más sólidos principios e intereses de la Revolución y es, en su esencia, reflejo y encarnación de la espiritualidad de nuestro pueblo”.

Las Organizaciones No Gubernamentales en Cuba, en su condición de ser asociaciones de la sociedad socialista cubana en la que la población se agrupa por sus afinidades e intereses, ocupan un lugar de elevada significación en la vida sociopolítica. Ellas forman parte del debate político ideológico actual y con su consenso se aplican las principales decisiones gubernamentales. 

En el enfrentamiento ideológico con el imperio en el debate en torno a la sociedad civil y su lugar y papel en el sistema político cubano, así como la importancia y actualidad del tema, condujo a nuestro Partido a desarrollar el concepto de Sociedad Civil Socialista Cubana, tal como la entendemos, como se ha de corresponder con el momento histórico y con la esencia de nuestro sistema socialista. De este modo, por primera vez, a la luz pública, se emplea el concepto de sociedad civil socialista por un partido comunista en el poder, que lo incluye como herramienta e instrumento de análisis, debate y proyección estratégica y legitima la existencia de la sociedad civil en Cuba a partir de nuestras posiciones y de nuestros fundamentos teóricos y principios revolucionarios, de nuestra experiencia y de los retos que impone la construcción del socialismo en el país. 

El socialismo, en las condiciones de un mundo unipolar y hegemónico, como nunca antes, necesita de un Estado fuerte, eficiente y capaz y, a su vez, de una sociedad civil fuerte, eficiente y capaz también, no como contrarios ni fuerza opositora, sino como instituciones independientes con funciones propias y de reconocimiento mutuo, sobre la base del respeto y la comprensión de las funciones de cada uno y la actividad común en interés del mismo proyecto. 

La sociedad civil socialista cubana se distingue por su carácter genuino y autóctono, por su fortaleza y apoyo a las ideas y proyectos de la Revolución, con capacidad para desarrollar y fomentar relaciones activas, creativas y de mutua comprensión. 

A partir de un enfoque  histórico concreto, objetivo y sobre la base de la realidad sociopolítica cubana actual,  de las particularidades de la construcción del socialismo en el país y de la existencia de un enemigo interesado y empeñado en aniquilar la Revolución Cubana, cabe resaltar que, la concepción político partidista acerca de la sociedad civil cubana refleja los intereses de clases, así como nuestras aspiraciones y objetivos y se corresponde plenamente con nuestro sistema político social, que los puntos de vista no coincidentes entre la sociedad civil y el Estado Cubano no generan una contradicción antagónica de entes que se oponen, por el contrario, favorecen el diálogo, el entendimiento mutuo y el trabajo conjunto en interés de un objetivo común. Del mismo modo, los grupúsculos contrarrevolucionarios pagados y servidos por el imperio, interesados en el regreso al capitalismo de este país, no forman parte de nuestra sociedad civil.

La política de Estado del Imperio Norteamericano con América Latina y otras zonas del mundo y hacia nuestro país en especial ha estado signada por la filosofía de la Zanahoria y el Garrote, desde que Revolución, Independencia y Dignidad Nacional riñen con sus apetencias territoriales respecto a Cuba.

Todos los presidentes norteamericanos, sus principales ideólogos y asesores han considerado esa actitud hacia Cuba como válida y viable; unos han apostado más al Garrote y los menos a la Zanahoria.

En 1992 tras la caída del socialismo en Europa, el triunfo de la contrarrevolución y la vuelta al capitalismo en aquellos lares, con la clásica combinación de la Zanahoria y el Garrote, los ideólogos del imperio apostaron por aplicar en Cuba fórmulas que les fueron eficaces en aquella zancadilla a la historia.

Robert Torricelli, entonces senador demócrata por Nueva Jersey, fue el designado para presentar al Congreso de los Estados Unidos una ley que asumió su nombre, la cual faculta al Presidente para usar la fuerza contra Cuba, el Garrote, y debilitar deliberadamente a la nación con los efectos del bloqueo. Dando al Presidente además la potestad para crear y fortalecer estructuras contrarrevolucionarias en el marco de una supuesta sociedad civil contestataria al margen y contra el estado socialista cubano.

El bloqueo debe actuar como eslabón que articula el Garrote con la Zanahoria.
La sociedad civil, que pretenden en Cuba, jugaría el papel que desempeñaron en Europa los centenares de organizaciones sociales, políticas y hasta paramilitares neofascistas que surgieron en aquellos escenarios a espaldas y en contra de los estados nacionales; impulsados por el imperialismo mundial. Fue una fórmula que concluyó con el desmonte del socialismo y la construcción brutal del capitalismo.

La Ley Torricielli, en su carril II, la Zanahoria, autoriza se destinen fondos multimillonarios para apoyar grupúsculos, que inspirados en cualquier afinidad, aporten presencia en una supuesta estructura social paralela al Estado Socialista. Para ello favorecen viajes e intercambios científicos, deportivos o profesionales, becas y todo lo que favorezca su anhelado contagio con la ideología capitalista norteamericana.

En 1992 William Clinton, candidato presidencial que quería los votos de la Florida y el fin de la Revolución Cubana “presionó”  a  George Bush,  padre, presidente de los Estados Unidos para que se aprobara la Ley.  Bush quería lo mismo que Clinton: este último declaró: “Estoy feliz por este momento histórico” cuando se aprobó la Ley Torricelli.

Los cambios anunciados por Barack Obama actual Presidente de los Estados Unidos, no son tales respecto a Cuba, cuando su práctica como Presidente demuestra que se mantiene fiel al uso del Garrote y la Zanahoria como medio para destruir nuestra Revolución.

La política de este gobierno no ha desmontado el plan de George Bush hijo, contra Cuba que tiene una parte “secreta” referida sin dudas a la invasión militar a Cuba lo que sería el Garrote más fuerte. Obama ha declarado que hará lo posible porque el congreso elimine el bloqueo, argolla terrible entre Garrote y Zanahoria. Pero pide a Cuba signos y gestos enfilados a la democracia, término que en lenguaje norteamericano significa capitalismo.

Nosotros, hemos vivido por más de 50 años esta política del imperio y por tanto, sabemos lo que queremos. Estamos preparados para todo, romperemos Garrotes y fortaleceremos nuestra propia Sociedad Civil Socialista con el Partido Comunista al frente.


 CONCLUCIONES:
Como se plantea el la bibliografía consultada, el concepto de sociedad civil requiere de un enfoque clasista, político- partidista, integral y sistémico a partir de la diversidad de enfoques, criterios y posiciones que al respecto se expresan, toda vez que revela un conjunto de irregularidades y manipulaciones y que no existe un concepto universalmente aceptado sobre su contenido, estructura y funciones. 

El Estado y la Sociedad Civil tienen una estructura clasista, a cada modo de producción corresponde su sociedad civil.  

La Sociedad Civil Cubana corresponde al modo de producción socialista imperante en nuestro país, expresa, en lo fundamental, los intereses de nuestro sistema político y trabaja de mutuo acuerdo con las institucionales estatales en el desarrollo y fortalecimiento de la democracia socialista en el país. 

Los argumentos del imperio acerca de la inexistencia de una sociedad civil en Cuba carecen de fundamento. Tras ellos se esconden los intentos de fragmentación, desunión y división de la sociedad cubana, de sustitución violenta de los cimientos del socialismo, de llevar el país al capitalismo y convertirnos de nuevo en neocolonia de su sistema imperial. 

La concepción de nuestro Partido de denominar nuestra sociedad civil como Sociedad Civil Socialista Cubana, acentúa el contenido, subraya la estructura, enfatiza su autoctonía y define su carácter socialista. 
 









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